Bullying:
nuevo fenómeno de exclusión
Título
de la mesa: BULLYING: EL ACOSO POST MODERNO
Por
Camilo
Ramírez Garza*
“Los
niños siempre acosaron y siempre acosarán”
Doris
Lessing
En la
arena del mundo somos tigres y leones.
Nacemos
con las garras bien afiladas.
No hay
nadie que no tenga agudos colmillos,
disposición
para la lucha, talento innato…
Daga es
la mano, proyectil el puño,
flecha
incendiaria y venenosa es la lengua
y látigo
los dedos que abofetean.
José
Emilio Pacheco
Bullying
Actualmente
se habla de Bullying, también llamado acoso escolar, incluso se utilizan los
anglicismos buleador, aquel que maltrata y agrede, física o verbalmente a un
compañero de clases, y buleado, aquel que padece, directa o indirectamente, la
agresión. Quedando así identificados los polos: agresor y agredido; víctima y victimario.
Se le
utiliza preferentemente para nombrar las
agresiones que tienen lugar dentro de los planteles educativos o en relación
con los vínculos que se suscitan en ellos, como es el caso del cyber-bullying
el cual se lleva al contexto de la inagotable e irregulable red, la internet,
tomando por objeto de burla a algún compañero, maestro o directivo, posteando
una foto o video y abriendo una ventana para comentarios.
Recientemente
la noción de bullying también se ha empleado para referirse a las agresiones
que acontecen dentro del ámbito empresarial o de cualquier oficina, bajo la
noción de mobbing[1] o acoso laboral,
moral o de trabajo. Quizás no se llama bullying porque quienes acosan en la
oficina no quieren ser tildados de “niños que molestan a otros” ¡Por favor,
somos adultos, necesitamos nuestros propios conceptos que describan lo que
agredimos por envidia, celos o coraje!
Vemos
que la noción de bullying se ha ido
transmitiendo a diversos ámbitos sociales, surgió en la escuela pero va
permeando otras estructuras de convivencia.
Podríamos
decir, de entrada, intentando abordar algo del sentido que introduce la noción
de Bullying, que éste solo existía en EUA, y que a América latina, como al
resto del mundo, ha llegado como producto de importación. Por lo que una de las
tareas a investigar consiste en seguir las pistas al surgimiento y transmisión
de dicha noción, en tanto elemento
significante de algo que sucede en el ámbito escolar, parte de la estrategia de
lo que hemos nombrado Psicologización y
psiquiatrización del ámbito escolar, el cual “…consiste en el proceso de
codificación de lo que el niño o joven –e incluso el adulto- hacen y dicen, de
acuerdo a coordenadas de medición, diagnóstico y tratamiento psicológico, neurológico
y/o psiquiátrico. Donde cada cosa que acontece debe de ser codificada en
términos (variables, rasgos) presentes en un trastorno”[2]
En
México, hasta hace algunos años existían todavía, en el ámbito escolar, las
burlas, algunas jocosas y divertidas, como la carrilla, el carro, las
madreadas, la botana, los apodos, etc.[3] hasta las bromas pesadas. Sin embargo
éstas tienden a desaparecer ante la noción única de bullying o de violencia en general.
Si antes
los alumnos buscaban defenderse de quienes los agredían, darse a respetar
mediante la reciprocidad en los insultos y golpes, formas de integrarse al
grupo, ahora tales actos son adscritos a una cierta “psicopatología escolar”
denominada conductas bullying, en donde a “victimas” y “victimarios” se les
excluye mediante esta nueva clasificación, poniéndolos en la mira de necesitar
tratamiento médico y/o psicológico. Quizás en unos años, a la lista de
especialistas que son consultados por recomendación de la escuela, médico
psiquiatra, psicólogo, psicoanalista, psicopedagogo, neurólogo, se añada el
genetista, así como el ingeniero genético, como un exceso del deseo preventivo
de erradicar anticipadamente eso intolerable.[4] Transformándose así el lugar
de alumno en paciente, y el de la escuela en pseudo-clínica de salud mental.
Dicho
pasaje puede apreciarse en el remake de una película mexicana clásica del
género de terror, dirigida originalmente
por Carlos Enrique Taboada Hasta el
viento tiene miedo[5]
La trama
original tenía lugar en un instituto femenino – con lo angelical e
inocentemente demoniaco que puede tener dicho lugar y personajes, un lugar
lleno de señoritas adolescentes- dirigido por una rígida y estricta maestra. En
el pasado una alumna se ha suicidado aventándose del campanario. En la versión
más nueva,[6] el instituto es sustituido por un hospital psiquiátrico, así como
el lugar de la directora y alumnas, en psiquiatra y pacientes, respectivamente.
Juntas todas, en vez de tener clases, tienen sesiones de psicoterapia grupal.
Justamente en eso se han convertido algunas escuelas, los maestros y alumnos,
en buscar la sintomatología y referir para su curación. Con lo cual asistimos a
la suspensión, cuando no a la desaparición total, de la educación y la docencia
como las conocíamos; ahora, regida por otras lógicas más del lado de la
industria y el hospital, que da la escuela y la docencia.
En esa
misma línea, se han producido otros excesos: el sobre diagnóstico de Trastorno
por Déficit de Atención, bajo el cual, como cajón de sastre, se incluyen un
sinfín de problemáticas de diversa índole, desde aspectos dificultades
académicas como de disciplina. De tal manera que la noción de niños chiflados,
mal portados, que simplemente requieren límites en casa y escuela, ha dejado
casi de existir[7], para dar lugar a un solo sujeto: el alumno con TDAH, cuando
no trastorno con conducta oposicionista y desafiante, depresión y ansiedad,
adicciones[8], entre otros.
Produciéndose una verdadera “persecución” por el “bien” de los jóvenes.
He de
señalar que el problema no radica en el diagnóstico en sí mismo, sino en su
exceso, pues en el caso de lo psíquico, los diagnósticos constituyen lo mismo
que querer medir el agua o tatuar el humo, son formas de darle forma a algo, el
problema es creer que se está retratando la realidad, cuando más bien se le
está creando.
Al
acomodar experiencias tan diversas bajo un mismo diagnóstico, la diversidad que
produce la intersubjetividad se ve aplastada en unas pocas nociones, el caso
único se pierde ante el aplastante universo estadístico, que describe,
codifica, diagnostica, y lo que es peor, plantea un tratamiento igualmente
único para el niño o el joven. Dicho formato es el modelo de muchas
dependencias gubernamentales y privadas.
Sucede
lo mismo en el caso de los asesinatos masivos en las escuelas, eso que irrumpe
cruentamente en la escuela, pareciera la única posibilidad de hacer escuchar un
clamor, algo que no llegó a ser, del orden de lo no realizado. Pero
lamentablemente no es escuchado por el exceso de diagnósticos psicopatológicos
antes y después. Con lo cual eso que se quería manifestar, el centro del asunto
en juego, cae en el olvido. Y todos sabemos que sucede con eso que es rechazado
en el orden simbólico -como diría Jacques Lacan- reaparece en lo real, con más
ímpetu, con más fuerza.
El
problema no radica solo en el diagnóstico, sino en las nociones mediante las
cuales se intenta codificar algo de la experiencia, siempre diversa y única,
entre el docente y su alumno, organizando las causas, los efectos, así como las
medidas a tomar, en última instancia van moldeando la manera de ver y
considerar a alumnos y maestros, su lugar y funciones, normativizándolos.
Cuando
se plantea que las agresiones que acontecen dentro de la escuela tienen que ver
con una sola tipificación como es el bullying, entonces se le quita a todas
esas agresiones su singularidad, sus detalles, su sentido, incluso a aquellas
que son catalogadas como bullying, a partir de lo cual dichas problemáticas, su
sentido y contexto, así como lo que pudieran enseñarnos, son desvinculados del
ámbito donde surgen (ante quién, cuándo, cómo, por qué, etc.) se “interiorizan”
a la manera de un trastorno donde el maestro, los padres y la escuela quedan
fuera, incluso el mismo niño y joven quedan enajenados de su propio problema y
responsabilidad, a partir de ello se impide que respondan por sus actos, pues
“el problema” está en el cerebro cuando no en los genes, o en un universo
psicológico (patrones de conducta, ciclo de la violencia, etc.) que parece inalcanzable
por la influencia del docente y los padres del alumno.
Si por
otro lado, la noción del bullying es inscrita en la de la victimología de los
cuentos estrechos donde solo existen “buenos” y “malos”, los derechos humanos,
“la víctima y su verdugo”, historias simples y huecas donde parece ser más el
desfogue condenatorio su objetivo, entonces no estaremos advirtiendo su
sentido, es decir, su anudamiento, el lazo entre quienes ahí convergen y se
implican: quien da algo y recibe igualmente algo ante las miradas de quienes
solo cuantifican los datos, delimitan, depuran y correlacionan variables, a fin
de pretender hacerlas desaparecer “oportunamente” mediante una actividad
preventiva, por demás patética, que en primera instancia da risa a quienes ahí
conviven bajo esos formatos: golpes al cuerpo como registro en lo Real de ese
otro, especular, como una cierta insignia con un dejo de nostalgia que se
resiste a olvidar a ese gran Otro, rememorándolo por otras vías (cuerpo)
demandándole que finalmente haga algo.
¿Qué está en juego?
Lo que
subyace y atraviesa a la noción de Bullying quizás podamos encontrarlo en
diversos aspectos, desde el inherente deseo y pulsión humanas por dominar al
otro, al semejante, esa otredad, -o podríamos decir mejor yotredad- imposible,
maldita, que según se dijo, es un infierno; así como gozar con su desgracia
aunque ésta sea auto-infligida,
agresividad que se precipita por la imagen especular, el otro, el lugar
del malestar, en donde localizar lo feo, lo pobre, lo malo, etc. Esos que imaginariamente portan en el cuerpo,
aquello que otros suponen ajeno, dándoles la ilusión de ser perfectos.
Que se
presente en la escuela no es un signo y síntoma de que algo anda mal en el
joven o niño, sino es síntoma de un suceso social más amplio: expresión de las
clásicas tensiones entre los “fuertes” y “débiles” sea por su aspecto físico,
ajustado a los criterios de fortaleza-debilidad; fealdad- belleza; de poder
económico: pobreza-riqueza; normalidad en la moral, en la forma de pensar y de
vivir la sexualidad…los “loosers” en todas las áreas y de todas las edades, que
a nadie le gusta ver ni tratar, y que son discriminados. Esos que para otros
otorgan imaginariamente la sensación de perfección y superioridad. Los súbditos
y los reyes, las estrellas y los fans.
Al
considerar el Bullying como un suceso universal se le adjudican causas y
sentidos. Cuando los golpes e insultos en la escuela son, para muchos, parte de
la integración al grupo, una forma de afecto y placer posibles, de disfrute
sobre el otro. Dice la sabiduría popular que “Del odio al amor solamente hay un
paso”
¿Cuál es
el placer que se experimenta al golpear o dejarse golpear con las palabras o
los puños? La burla y los chistes apuntan hacia una debilidad del otro siempre
compartida, esa debilidad de la cual también se participa, y que por ello se
siente su mirada, por eso se ríe y odia. Quizás la cura, si se puede hablar de tal,
implique reconocer en lo extraño de la vida (el cuerpo y el sufrimiento; lo
incomprensible de sí-mismo y la otredad) las propias miserias, flaquezas,
debilidades; la fealdad, desgracias y pobreza, reflejadas desde el otro, de las
cuales uno no advierte. En ese sentido, cuando alguien pega o dice algo sobre
otro, eso que dice y hace es compartido. Al divertirse y gozar atacando a otro,
se ataca y daña a eso propio. La sabiduría popular ya lo había mencionado desde
hace mucho: “Recuerda que cuando señalas a alguien con el dedo índice, cuatro
te señalan a ti”
Si
decíamos que el amor y el odio son dos caras de la misma moneda, entonces
preguntamos ¿Es el bullying el único amor posible en la escuela? Incluso yendo
más allá, ¿Son aquellos golpes que un esposo u esposa dirige a su cónyuge, la
única pasión (afecto) que le puede otorgar? ¿A qué se pega cuando se pega? ¿Qué
se mata cuando se mata? Interrogantes que apuntan hacia la búsqueda del sentido
del golpe, del insulto, del ataque al otro, ¿Por qué el otro me es molestamente
peligroso? que
no es
más que otra forma de vincularse con lo “aberrante” no reconocido de sí mismo:
algo veo en ti que me mira y me señala, por eso debe de ser atacado, acabarse,
morir.
Si se
asume que Yo también participo, en cuanto que humanos todos, sujetos a los
mismos avatares de la fealdad, la flaqueza, el sufrimiento, la debilidad, la
pobreza e ignorancia, en se sentido, el alíen, el extranjero, el raro, el
diferente, es también el amadodiado más próximo a sí mismo: el propio Yo. ¿Por
qué será que para algunos alumnos es más placentero estar insultando o
golpeando a otros, en vez de lo “interesantísimo” de las clases?
Tipos y efectos
Se
plantea que existen al menos ocho modalidades de acoso escolar: bloqueo social,
hostigamiento, manipulación, coacciones, exclusión social, intimidación,
agresiones, etc.
Hace
algunos años entrevistaron a un alto empresario, director de una de las
principales cámaras de industriales de México, respecto a su visión sobre el
proceder del crimen organizado. A lo que contestó, palabras más palabras menos,
que al ser un negocio ilegal se regía por medidas igualmente ilegales, no
teniendo garantías obrero patronales que manda la ley, como nivel de sueldo,
prestaciones, seguro social, liquidaciones justas una vez que se da el despido,
y que por ello cuando no requerían ya a alguien simplemente lo mataban; “Claro
que en algún momento uno también siente ganas de hacer eso, para quitar a
alguien del camino, pero no se puede hacer, pues vivimos o pretendemos vivir en
un estado de derecho”, comentó.
Ahora,
retomemos las ocho formas o tipos de ejercer el bullying: bloqueo social,
hostigamiento, manipulación, coacciones, exclusión social, intimidación,
agresiones, etc. ¿Qué tenemos aquí, sino el directorio no escrito, pero
reconocido, del obrar de más de una empresa y gobiernos? ¿Que acaso no son el
bloqueo social, el hostigamiento, las coacciones, la exclusión social, la
intimidación y las agresiones, las “armas” con las que los adultos emprenden su
trabajo, los “valores” de la libre empresa? No será más bien que dichos
“problemas” que se presentan en la escuela responden justamente a la formación
para la vida pública y laboral del futuro estudiante, donde se plantea que hay
que aniquilar al oponente para triunfar, para tener éxito.
Con su
contraparte para las víctimas, por supuesto, quienes también aprenden que pese
a su debilidad física y/o habilidades para desafectarse mediante la palabra,
cuando no con los puños, pueden “ser siempre inocentes” si se colocan siempre
en ese polo pasivo desde donde incluso pueden hacer y deshacer, ejercer aún más
violencia que la que alguna vez han recibido,[9] pues las víctimas son siempre
inocentes, en este mundo de la imposición de la tolerancia.
El
bullying, como acoso postmoderno, no solo consiste en un retorno al cuerpo a la
manera de un simple organismo, humanos en serie, sino quizás el único amor
posible, en donde el detrimento de lo simbólico, podríamos decir de una
existencia poética, que se suscita en la carencia y la frustración que aviva el
amor y el deseo, que permite elevarse por encima del consumo, de la inmediatez
de los sentidos, de la desafectación del insulto o el golpe, lo mismo que por
la vorágine de comprar y comprar, fundando vidas desechables, cuerpos sin alma,
amor y deseo, usuarios en vez de sujetos, en donde incluso el golpe va dejando
de tener su carácter pasional, de lazo y demanda al otro, una respuesta, un
abrazo, para convertirse en golpe puro, sin sentido ni referente, acto violento
desencarnado, de ahí que duela tanto, que aterre y ancle en el dolor sin
sentido.
Al
preguntarnos ¿Qué es lo que se pega cuando se pega, cuando se insulta, cuando
se mata? Devolvemos al simple acto en serie de las clasificaciones y
estadísticas, su carácter humano, singular y evanescente, eso que se dice
haciendo. Es entonces cuando quienes ahí participan pueden recoger los efectos
de dicha experiencia en el contexto de la agresividad constitutiva de lo
humano: qué significa, qué me quiere decir, qué me plantea, que voy a hacer,
etc. en donde los actos son experiencias de lenguaje, revelan sentidos,
mensajes cifrados en la carne, en los puños.
Extiendo
un cálido agradecimiento al Lic. Fernando Osorio, Daniel Kaplan, Andrea Kapla,
por la invitación a participar en dicho congreso, así como por todas sus
atenciones durante el mismo.
[1]
Acosar, hostigar, acorralar en grupo.
[2]
Osorio, F. (compilador) Ejercer la autoridad: un problema de padres y maestros.
Buenos Aires: Noveduc, 2009. Capítulo I. La psiquiatrización y psicologización
del ámbito escolar.
[3]
Todas ellas son formas de juegos de lenguaje en donde se resaltan defectos de
alguien, a fin de hacerlo objeto de las burlas, y así producir la risa en los
oyentes, no siempre compartido por quien recibe las bromas. Aquí (en argentina)
sería “cargando o jodiendo a alguien”
[4] Un
ejemplo en el cine de dicha anticipación extrema lo podemos encontrar en la
cinta de Spielberg Minority report EUA, 2002) en donde unos videntes, jueces
paralelos, hacen que se arreste a personas por crímenes que cometerán en el
futuro. Con lo cual se produce lo que se desea evitar o se constituyen
inocentes con culpa, ésta última jugada biopolítica por excelencia.
[5]
Hasta el viento tiene miedo (México, 1967) Carlos Enrique Taboada
[6]
Hasta el viento tiene miedo (México, 2007) Gustavo Moheno
[7] Esto
se aprecia más al norte de México, en ciudades como Monterrey el área
metropolitana.
[8] ODD
por sus siglas en inglés. Lo raro, lo
extraño (odd) es que dichos adultos hayan olvidado cómo hacerles frente.
[9] When
she was bad, de Patricia Pearson es un texto que plantea ese reverso de las
“victimas” por excelencia, las mujeres y los niños, en como estos al ser
colocados a priori en la inocencia por del discurso políticamente correcto,
pueden ejercer una violencia aún mayor, más sutil y calculada, que la padecida.
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